domingo, 24 de abril de 2016

Número 116. El Día del Libro en mi barrio

Tal día como hoy los centros comerciales sacan sus tenderetes a la calle. Los libros, como una mercancía más, se muestran atractivos a los ojos de los viandantes, los bestsellers te reclaman con el señuelo de costar un 10% menos.

Pero hay otras formas de festejar el Día del Libro.

La Asociación Vecinal Solidaridad Cuatro Caminos-Tetuán ha decidido sacar los libros a la calle, acercarlos a los vecinos que toman el sol en la Plaza de las Palomas, que es casi el cuarto de estar del barrio. 

«Tenemos pocos medios», me dice una vecina mientras termina de colocar los libros en un cajón de fruta que otro vecino ha colgado en un árbol, improvisada estantería para una original biblioteca.

Cajón de fruta colgado de un árbol a modo de pequeña biblioteca


Otros pocos libros se muestran sobre un banco de piedra,  un par de vecinas los custodian, un vecino coge uno y se sienta al sol a hojearlo. A mí me llama la atención otro de Vázquez Montalbán, para mí desconocido: Erec y Enide.  Lo abro al azar y en la página de la izquierda el texto se me aparece que ni pintado para el momento y el día en el que estamos.
—Mi marido tiene muchos libros, pero aquí los hay a miles.
Le hago cuatro comentarios banales sobre el proceso acumulativo y la compañía que hacen los libros, aunque no se lean, porque los ha escrito alguien y ese alguien está donde los libros están. Dora dedujo pues que la habitación estaba llena de miles de autores (...)

Recuerdo, entonces, aquella novela de un amigo en la que uno de los personajes tenía una habitación con 10 000 libros, ya no recuerdo qué papel representaban los libros en la trama, pero recuerdo haber leído con envidia aquel pasaje. ¡Una habitación llena de libros!

Página del libro


Tanta abundancia contrasta con los sencillos cajones que los vecinos han colocado en la plaza: unos pocos libros para celebrar el Día del Libro.

Cerca de una de las estanterías, una vecina me invita a llevarme el libro, si me ha gustado, aunque no haya llevado otro. Sí he llevado uno, un libro de relatos, memorias de un salmantino que me ha llevado hasta La Alameda, ese parque, pulmón de la ciudad, que estaba cerca de las Salesianas. No es que fuera un libro de «usar y regalar», no hablemos de tirar, que los libros no se tiran, pero sí uno de esos libros que combinan el «le puede venir bien a otro» con el «voy a hacer un hueco en la balda». De hecho, recuerdo que ese libro no lo compré, sino que me guiñó un ojo desde un estante de Tuuulibrería, otra librería diferente, donde los libros no se venden, se regalan o pagas el precio que tú quieras por ellos. A veces allí se encuentran verdaderas joyas. Tuuulibrería tiene también su forma particular de celebrar el Día del Libro, aunque para ella lo sean todos los días. 

La vecina me comenta que ella tampoco conocía esa novela, que por lo que vemos no pertenece a la serie de Carvalho, pero que tiene buena pinta. 

Sigo hojeando el Montalbán, y el azar me lleva a un refrán disimulado en el texto: 
Las apariencias engañan. Todo hubiera sido mucho más fácil si hubiéramos confiado en usted. Ya estaríamos en San Mateo.
La letra es grande y eso me anima a llevármelo a casa, podrá leerlo también mi madre, y quizá en el pueblo le guste a los tíos, esos que se pasan las tardes de los inviernos devorando novelas varias.

Charlo otro rato con los vecinos voluntarios amigos de los libros y de las bibliotecas improvisadas, están teniendo bastantes donaciones, así que dan vueltas a la idea de guardar los libros en la asociación y sacarlos a las plazas y a los parques de vez en cuando. 

Hace sol, las flores rosas de los árboles urbanos brillan, la plaza se va llenando de gente...

Plaza de las Palomas, vecinos charlan, árboles floridos en rosa
Plaza de las Palomas



2 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Está bien que al menos una vez al año, las personas nos acordemos de los libros, los libros en papel que poco a poco se leen menos.

Entrañable entrada en tu propio barrio en ese día cuando los libros deciden salir a pasear y llegar hasta nosotros. A veces el puestos callejeros se pueden encontrar libros especiales que quizás no sabíamos que existían. Yo no me puedo resistir y siempre que veo un puesto de libros, necesito ir hasta él.

Me ha gustado ese cajón en el árbol simulando una pequeña biblioteca.

Besos

Abejita de la Vega dijo...

Una buena idea la de intercambiar libros. Dar valor a los libros ya es un paso de gigante. Me gustaría que mi madre leyera como la tuya. Y tus tíos en invierno.
Un abrazo Carmen. Feliz lectura.