jueves, 21 de enero de 2016

Número 103. El ojo de la cerradura: Para cada tiesto, hay su arepa

Uno de los méritos y atractivos de la colección de relatos agrupados en El ojo de la cerradura, de Nelson Verástegui, es la de acceder con total naturalidad al español de Colombia: palabras, expresiones y refranes están presentes en los distintos escenarios. 

En las siguientes líneas, y para seguir dentro de la tradición de esta bitácora, prestaremos atención a algunos de estos refranes. 

cerradura de la portada del libro

Para cada tiesto, hay su arepa

Un tiesto es en Colombia una vasija de barro cocido, y la arepa una especie de torta cocinada sobre ella. Por España para expresar la misma idea del refrán diríamos Siempre hay un roto para un descosido, es decir siempre es posible encontrar el amor, la pareja adecuada, pero ciertamente, si no sabemos el significado del refrán, la frase puede resultar bastante opaca.

Pues bien, así con este refrán tan colombiano titula Nelson uno de los sorprendentes relatos de la colección y del que una primera versión puede leerse en la bitácora del propio autor. No añadiremos más, puesto que ahí está, pero sí acercaremos una coplilla sobre este popular plato:
Mi mamá se llama arepa
y mi taita maíz tostao,
y un hermanito que tengo
se llama plátano asao.

Amor de lejos, amor de pendejos

Sin duda que el amor requiere proximidad, verse, tocarse, así lo asegura el refrán. La distancia puede ser el olvido o algo peor: Amor de lejos es un vallenato interpretado por Pedro Manuel y el Morre Romero con una letra muy actualizada:
Estos mensajes del Facebook no sirven
 

El correo electrónico, las nuevas tecnologíasde las que ya hablamos en un comentario anterior, enmarcan este nuevo amor de lejos entre un hombre y una mujer, pero aquí no solo hay distancia geográfica, la hay también temporal: 
Me encanta que te hayas decidido a darme tu correo electrónico. Cuando te vi en Ginebra la primera vez, me pareció haber vuelto a los veinte años. Eres idéntica a tu mamá cuando tenías su edad. ¡Nos queríamos tanto!, pero tu abuelo se oponía a nuestro amor. Deseaba un mejor partido para su hija, un hombre rico, de la alta sociedad; hasta cualquier extranjero hubiera sido mejor que yo. Por eso la envió a estudiar a un colegio de señoritas en Suiza. ¡Amor de lejos, amor de pendejos! Perdimos el contacto, los años y la distancia se ocuparon del resto (p. 222).
No parece muy aconsejable en una primera comunicación recordarle a la personas amada que la distancia es el olvido, pero es que todo el relato se enmarca en un tono humorístico de comedieta. 

El refrán, muy utilizado en América, apenas se utiliza de este lado del charco donde la palabra pendejo resulta rara.

De malas en el juego, de buenas en el amor

Afortunado en el juego, desgraciado en amores, o al contrario, diríamos de este lado: tener suerte en los juegos de azar y a la vez gozar del amor parecen cosas incompatibles. 

Esta idea le sirve a Verástegui para armar una trama alrededor de una reunión de amigos que se ven tentados por uno de esos juegos que se ven por televisión y que despiertan tantas esperanzas e ilusiones:
Con el efecto de los primeros tragos, las lenguas se iban liberando. Hablaron de sus trabajos, de sus amigos, de política, de la televisión y luego de suerte, rifas y loterías. «Nunca nos ganamos nada en esas rifas. No sé cuánta plata nos hemos gastado en todos estos años, pero, como la esperanza es lo último que se pierde, seguimos jugando de vez en cuando al Baloto. Esta semana se nos pasó», dijo Carlos Antonio. «Quien es de malas en el juego, es de buenas en el amor», replicó Humberto con una carcajada nerviosa y estridente. «Si me ganara la lotería, me divorciaría y me iría a darle la vuelta al mundo con la musa de mis sueños», dijo Agustín. «Melisa y yo jugamos cada semanal al Baloto, pero nunca ganamos nada», dijo Ana María. «Oigan, antes de comer veamos en la televisión el sorteo en directo de Balato. ¡Ojalá sea nuestra noche de suerte!
Sí, la esperanza es lo último que se pierde, un refrán que se contesta con otro refrán, y todas las ilusiones puestas en la caja tonta. En cualquiera de sus formas, el refrán no está exento de ironía como pobre consuelo hacia los que siempre pierden en los juegos de azar (p. 137-138). 

En cuanto a la forma parece ser bien conocida en Colombia ya que aparece en distintos refraneros y hay numerosas páginas en Google que hacen uso de ella. 

Pancracio Celdrán (2009: 133) nos acerca una cita de Dulce María Loynaz:
Desgraciado en el amor y afortunado en el juego de la vida. Ahora séame permitido pasar por alto el largo y doloroso proceso de aquellas nuestras relaciones... 

El diablo es diablo por viejo y no por diablo

Finalmente vamos a prestar atención a esta otra curiosa variante de un conocido refrán cuya forma más estándar es Más sabe el diablo por viejo que por diablo. 

«Yo lo recuerdo así», me aseguró Nelson en conversación privada, y efectivamente, una consulta al Google nos devuelve algunas coincidencias.

La escena es perfecta, un abuelo se dirige a su nieto amigablemente: 
—Bueno, bueno. Como ya cumpliste veinte años y eres un hombre que inicia de lleno y realmente su vida adulta, tengo que contarte algunos secretos de familia que te servirán de experiencia para tu futuro. A pesar de las apariencias, soy más viejo de lo que piensas tú y la gente. Te quiero hablar de Hirosima y Nagasaki.
—Vale. Por eso dices que el diablo es diablo por viejo y no por diablo. ¡Je, je! ¿Qué les pasa a tus pájaros? (p. 178).
 

El cuento irá dando la razón al nieto de que su abuelo tenía más de otros mundos que de este. 
Bibliografía
  • Celdrán Gomariz, Pancracio (2009): Refranes de nuestra vida. Con su explicación, uso y origen. la vida cotidiana. Barcelona: Editorial Viceversa.

2 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Para cada tiesto hay una arepa. Para mí el tiesto es para los geranios y la arepa me suena a tortita de trigo o maíz, y no de por aquí. No entendería al colombiano que me dijera eso. Sin embargo eso del roto y el descosido lo oí muchas veces, casi siempre con un sentido despectivo. Porque yo nunca quise un descosido a mi lado, cabra sola, que no quise ovejo en compañía. Gloria Fuertes dixit.

Como no sé de qué va el libro de Nelson, me atengo a los refranes, en los cuales eres un hacha. No sé a qué viene eso de hacha, pero me ha salido así. Eres un hacha de la paremiología. ¿Por qué hacha?

Besos, Carmen.

La seña Carmen dijo...

Sí, este refrán, que he escogido totalmente a propósito como título, es ciertamente opaco para los españoles. Ni tan siquiera sé si leyendo el relato, que va de eso, de cómo un roto encuentra su descosido, se llegue a entender. Pero para explicar estas cosas estamos los paremiólogos en el mundo, je je.

Poe mucho que Gloria Fuertes, gran refranera, le diera ese sentido en ese verso, no tiene por lo general un sentido despectivo, sino en todo caso de resignación, de consuelo para el que no liga.

En cuanto a ser un hacha no hay coincidencia en cuanto a su origen. Hacha puede significar aquí tanto la herramienta cortante como la antorcha.