martes, 24 de noviembre de 2015

Número 96. El mudejarillo: refranes que son nada

Díficill y necesario acercarse a un estilo tan peculiar como el que presenta Jiménez Lozano en su novela El mudejarillo. De hecho, el encanto de esta novela que consigue atrapar entre sus lí­neas y palabras al lector, es, precisamente ese estilo tan peculiar.

Sencillo, desde luego, pero nada convencional, Jiménez Lozano se salta todas las reglas, o al menos las costumbres, de la narrativa clásica y experimenta, hasta con las letras, pasando por la sintaxis, para recrearnos la vida en el reino de Castilla en el siglo XVI y la vitalidad de un hombrecillo que con el tiempo resultará un santo, un místico y uno de nuestros mejores poetas clásicos.

rosal sobre piedra

En la entrada anterior nos llamaron la atención las enumeraciones, que son varias a lo largo de la novela; Jiménez Lozano casi abusa de ellas, pero en ningún momento llega a cansar, al contrario, las palabras, puestas machaconamente unas a continuación de otras, van construyendo un paisaje, un modo de vivir, o un actitud ante la vida:
Que esta era la conversación muchos días, cuando estaban descansando bajo un árbol de las faenas del día: y tenía que ser capataz de ellos porque entendía mucho de garbanzos, cuando los recogían. Y de guindas, cuando era el tiempo; y de rebojillos de pan, cuando se los daban; y de agua, y de sombras, y de estrellas, y de plantas, y de hierbas, y de ayunos y de penitencia, y de alegrarse y de padecer, y de leños y de espesor...
Cada palabra con su compañera, como si la soledad no fuera con las palabras, al menos no en la vida de Juan de Yepes.

«Y de guindas, cuando era el tiempo; y de rebojillos de pan, cuando se los daban». Hay varias frases en la novela que nos recuerdan refranes sin serlo. Varias frases claramente sentenciosas que vienen a afirmar ese espí­ritu de su autor putativo, introducido magistralmente al final de la novela: el señor Miguel, los apellidos sobran. Veamos algunas de estas frases:
  • Pero dineros llenan simas y todo se allana con ellos (p. 22)
  • Pero echada de gato y voz de inquisidor atemorizan nuestros corazones (p. 75).
  • Honor de poeta y amor de monja aire son y se van como se vienen (p. 139).
El dinero hace lo malo bueno decía Hernán Núñez, y tambiénLos dineros hacen dueñas y escuderos, y A las barbas con dineros, honra hacen los caballeros, y Amor hace mucho, el dinero lo hace todo, y Dineros en manga, tanto vino como agua, y El dinero hace al hombre entero, y Más ablanda el dinero que palabra de caballero, y Más vale vieja con dineros que moza con cabellos, y No hay amigo ni hermano si no hay dinero de mano, y Quien dinero tiene alcanza lo que quiere, y Quien dineros y pan tiene consuegra con quien quiere, y Sobre dinero no hay compañero, y tantos y tantos más. Demasiados refranes acerca de la necesidad del dinero en un tiempo en el que la mayor parte de la población pasaba hambre. 

gato tranquilo junto a una pared de piedra y florecillas


Los gatos también tienen su lugar en la historia, ese animal que no puede faltar en ninguna casa —en alguna cultura son claramente sus protectores, dispuesto a comerse todas las sobras y algún que otro roedor:
—¿Es que no hay gato en vuestro pupilaje?
—Ni por pienso ni figuración; que como no se alimente del olor de la olla, otra cosa no comería. 
Ningún perro lamiendo engorda y hasta los gatos pasan hambre en tiempos de necesidad, pero los gatos guardan también malas mañas dentro de sí: Haz fiesta a la gata y saltaros ha a la cara, El gato de Marcos Ramos, halaga con la cola y araña con las manos, Uñas de gato y hábitos de beato... Aparecieron los hábitos, hopalandas y gorgueras de aquellos hombres de negro: la Santa Inquisición. ¿Quién, incluso siendo santo, o precisamente por serlo, no temió enfrentarse a aquel tribunal?

Alguno concluyó que todo era aire, nada, pero el refrán que corría por las calles en tiempos del frailecillo era un poco menos decible, y aun menos escribible: Amor de monja y fuego de estopa y viento de culo, todo es uno, y también Amor de monja y pedo de fraile, todo es aire (Correas). Esos amores de monja, que salpican la aventura del frailecillo en su huida de la cárcel y Tantos días que se van como se vienen (Correas) y que hay que aprovechar.
Y que llevaba prisa el amador:
—¡Como que salía de corral de monjas!
—¡Date, date! ¡Amor de monja!
Repetir y repetir, Jiménez Lozano nos lleva sabiamente con una mano casi escolar, llena de anáforas, hacia lo que verdaderamente importa. No faltan los juegos de palabras, juegos de niños que nos recuerdan la propia poesía de Juan de la Cruz, ese «no sé qué que quedan balbuciendo», con el que nos machacaron nuestros profesores de literatura: 
Y otros añadieron:
—De gente del común.
—De casta baja.
—Y algunos dicen que dicen si no vendrá de judíos o sarracenos.
—Eso dicen.
—Dicen.
—O dicen que dicen.
—Y cuando dicen, dicen.
—Y dicen que hace versos —apunta un canónigo. 
Y si dicen que dizan, porque el frailecillo a lo suyo, que en realidad es nada. Nada, sin duda la palabra más repetida en el texto. ¿Cuántas veces aparece? Google las cuenta por nosotros, son más de 40. El poder de convicción de una sola palabra: nada.
Y fray Juan siguió hablando y hablando de guindas y garbanzos hasta que no les supo la boca a nada, ni el pensamiento a nada, ni la imaginación ni nada, y los ojos como si no vieran nada, y el olfato como si no oliera nada, y las manos como si no sintieran nada, y ya no querían nada, ni esperaban nada. 
—Nada —decía fray Juan.
—Nada —decía el otro frailecillo.
—Nada.
—Nada.
—Nada.
Y nada de nada hasta que se pusieron muy contentos, y luego también hasta que no estaban contentos, ni tristes, ni nada de nada, y tampoco podían decir nada.
—Ni la n.
—Ni la a.
—Ni la d.
—Ni la a.
Referencias

  • Correas, Gonzalo (1627 = 2001): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, ed. Louis Combet, revisada por R. Jammes y M. Mir, Madrid: Castalia. Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 19.
  • Jiménez Lozano, José (1992 = 2002): El mudejarillo. 2.ª edición. Barcelona: Anthropos.
  • Núñez, Hernán (1555 = 2001): Refranes y proverbios en romance. Edición crítica de Louis Combet, Julia Sevilla, Germán Conde y Josep Guia. Madrid: Guillermo Blázquez, Editor; 2 vols.

 Contribución a la lectura de El mudejarillo en el club de lectura La Acequia.

martes, 17 de noviembre de 2015

Número 95. El mudejarillo de Fontiveros

Confieso que esa comarca llamada la Moraña casi siempre la he atravesado para ir a otro sitio, otro sitio más alejado de la capital de España, Galicia, Valladolid, Salamanca..., salvo una vez, en la que unos amigos nos invitaron a pasar allí, en un pueblecito de esos con nombre de hidalgo, un sábado de diciembre:
—Por aquí, un poco más allá, está Fontiveros, el pueblo de san Juan de la Cruz— nos explicaron casi como atractivo turístico, y nuestros ojos se perdieron en la llanura sin llegar a atisbar si Fontiveros tenía algo más de cuatro casas y una iglesia con su torre.
Era un día en que lucía el sol pero soplaba un viento frío, un viento del norte que nos cortaba la respiración cuando intentamos dar un paseo a eso del mediodía. Pasado un tiempo prudencial volvimos sobre nuestros pasos al abrigo de la chimenea encendida y el cocido preparado por nuestros amigos.


Galeras (remolques) en un pueblo de la Moraña

—¿Y en este pueblo qué puede hacerse?

Podíamos charlar, tomar alguno de esos gin tónics tan de moda preparados por el especialista del grupo, que se había surtido convenientemente en una gasolinera del camino, y podíamos dejar pasar tranquilamente la tarde.

—Y cuando los amigos se marchen ¿qué se puede hacer?

Sin duda siempre se podrá releer a san Juan de la Cruz, allí, en su tierra, en medio de aquel páramo, tan áspero que hasta da miedo.
Detente, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.
Se puede leer a san Juan o se puede leer esa deliciosa novela de Jiménez Lozano, El mudejarillo, y allí, al abrigo de la lumbre, recrear paisajes, ambientes, pueblos y villas, y dejarse llevar, como si la soledad fuera de los muros no existiera, y hubiéramos vuelto a 1500 y visitaran el pueblo gente importante, y pobres viudas recorrieran las cunetas al rayar el día para recoger lo que la Naturaleza quisiera darles para engordar el puchero. Entonces todavía podría oírse el ruido del telar.

Cuando marchan a Arévalo y al niño le preguntan que cómo es su pueblo, el niño contesta que un pueblo, pero que está lleno de cosas. Y aquí Jiménez Lozano nos sorprende por primera vez, habrá otras, con una enumeración de cosas capaces sin solución de continuidad de llenar de prosa poética todo un capítulo: ¡el poder evocador de las palabras!
... y tenía la torre y la iglesia, las campanas y la cigüeña, la plaza y las calles, los palacios, las casas y las nagüelas; los corrales, los cobertizos, los establos, los zaguanes, los portales, las puertas, los portones, las portadas, las puertas traseras, los portillos, las portezuelas, los canceles, las ventanas, las claraboyas, las gateras, los miradores, las celosías...
y así hasta llenar más de dos páginas.


puerta partida en casa de la Moraña



—¿Y cómo va a haber tantas cosas en tu pueblo si es más pequeño que Arévalo?
Inevitable acordarse de otro pueblo que describió como nadie Delibes, tan cercano en todo a Jiménez Lozano: 
Y empecé a darme cuenta, entonces, de que ser de pueblo era un don de Dios y que ser de ciudad era un poco como ser inclusero y que los tesos y el nido de la cigüeña y los chopos y el riachuelo y el soto era siempre los mismos... (Miguel Delibes: Viejas historias de Castilla la Vieja).
Contribución a la lectura colectiva de El mudejarillo en el club de lectura La Acequia.

martes, 3 de noviembre de 2015

Número 94 : Refranes en El coloquio de los perros

Cervantes dispersa los refranes aquí o allá, los usa con naturalidad, adaptándolos a su estilo. 

No ha de extrañarnos, entonces, que Cipión y Berganza se sirvan de ellos de forma natural y por igual para apoyar sus argumentos. 

Todos ellos eran bien conocidos en la época y algunos han llegado hasta nuestros días, aunque otros tengan hoy bastante menos sentido. 


monumento a Miguel de Cervantes en la plaza de España

Al buen día, mételo en casa 

De esta forma se congratula Cipión de que les haya sido concedido el don del habla. Cervantes, maestro de la pluma reelabora el refrán:
Pero, sea lo que fuere, nosotros hablamos, sea portento o no; que lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir; y así, no hay para qué ponernos a disputar nosotros cómo o por qué hablamos; mejor será que este buen día, o buena noche, la metamos en nuestra casa; y, pues la tenemos tan buena en estas esteras y no sabemos cuánto durará esta nuestra ventura, sepamos aprovecharnos della y hablemos toda esta noche, sin dar lugar al sueño que nos impida este gusto, de mí por largos tiempos deseado. 
Las oportunidades hay que aprovecharlas, y de esta forma lo repetirá en el Quijote (II, 4): 
Sancho nací y Sancho pienso morir; pero si con todo esto, de buenas a buenas, sin mucha solicitud y sin mucho riesgo, me deparase el cielo alguna ínsula, o otra cosa semejante, no soy tan necio, que la desechase; que también se dice «cuando te dieren la vaquilla, corre con la soguilla», y «cuando viene el bien, mételo en tu casa».
Conviene recordar el papel didáctico y de contrapunto que Cervantes atribuye a Cipión, el perro que escucha. Él irá apostillando la narración de Berganza, no solo con el fin de reconducirla, sino también de introducir alguna preceptiva en lo que se debe o no se debe narrar.

Sin duda está Cervantes enviando algún mensaje a sus coetáneos cuentistas. Cervantes está reproduciendo, mediante el diálogo, una conversación al amor de la lumbre, uno de esos cuentos que se cuentan para entretener las noches:
... es que los cuentos unos encierran y tienen la gracia en ellos mismos, otros en el modo de contarlos (quiero decir que algunos hay que, aunque se cuenten sin preámbulos y ornamentos de palabras, dan contento); otros hay que es menester vestirlos de palabras, y con demostraciones del rostro y de las manos, y con mudar la voz, se hacen algo de nonada, y de flojos y desmayados se vuelven agudos y gustosos; y no se te olvide este advertimiento, para aprovecharte dél en lo que te queda por decir. 

Del lobo un pelo

Del lobo un pelo, y ese del copete registran los refraneros antiguos. Más tarde se transformaría en Del lobo un pelo, y ese de la frente

Refrán que aconseja tomar lo que dieren los mezquinos. Aquí Cervantes, una vez más, lo transforma para adaptarlo al contexto, y la bella moza transforma el copete en la espuerta que diligentemente porta el perro:
Entonces dije entre mí: «La carne se ha ido a la carne». Díjome la moza, en habiéndome quitado la carne: «Andad Gavilán, o como os llamáis, y decid a Nicolás el Romo, vuestro amo, que no se fíe de animales, y que del lobo un pelo, y ése de la espuerta». Bien pudiera yo volver a quitar lo que me quitó, pero no quise, por no poner mi boca jifera y sucia en aquellas manos limpias y blancas.
La ironía de Cervantes en este pasaje es manifiesta. A sensu contrario, el inocente perro califica su boca de jifera y las manos de la dama ladrona de limpias y blancas. 

La importancia de las apariencias en la época, al igual que hay buen humor en la presentación del dueño del rebaño que se nos presenta como un don Quijote cualquiera:
Llegó a este instante el señor del ganado sobre una yegua rucia a la jineta, con lanza y adarga: que más parecía atajador de la costa que señor de ganado. 

Mírate a los pies y desharás la rueda

Este curioso refrán, muy conocido en la época, hace referencia a la creencia de que el pavo real, cuando se mira los pies, al encontrárselos feos pliega instintivamente la rueda. La realidad se le impone. Cipión debe recordar a Berganza su condición perruna:
Mírate a los pies y desharás la rueda, Berganza; quiero decir que mires que eres un animal que carece de razón, y si ahora muestras tener alguna, ya hemos averiguado entre los dos ser cosa sobrenatural y jamás vista.
Sebastián de Horozco dedica al refrán una amplia glosa recordando los hermosos colores de la rueda del pavón y el contrate con sus pies, de por sí sucios y feos. En general era un refrán muy querido por los clásicos pues se prestaba a hermosas imágenes en contra de la vanidad y la presunción.

Cervantes lo volverá a emplear en el Quijote (II, 42), cuando aconseja a Sancho cómo ha de gobernar la ínsula:
Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey, que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra.
La creencia y el refrán son los mismos, pero si en la novela ejemplar aparece desnudo, al pie de la letra, en el Quijote lo ha incorporado completamente a su estilo, de tal forma que no es fácil reconocerlo.

Todavía más vuelve a utilizarlo, totalmente desautomatizado en su última obra, en Los trabajos de Persiles y Segismunda:
Auristela le respondió que no había entendido palabra de cuantas le había dicho, porque bien se veía que ignoraba la lengua castellana, y que, puesto que la supiera, sus pensamientos eran otros, que tenían puesta la mira en otros ejercicios, si no tan agradables, a lo menos más convenientes. Desesperóse el poeta con la resoluta respuesta de Auristela; miróse a los pies de su ignorancia, y deshizo la rueda de su vanidad y locura.

La vanidad unida a la locura. ¿Cuántos locos aparecen en las obras de Cervantes?

La ociosidad es la madre de todos los vicios

Refrán actual que suele ser recordado por las personas de orden para animar a los jóvenes al trabajo y al estudio. Berganza describe bien su oficio de pastor:
Digo, pues, que yo me hallaba bien con el oficio de guardar ganado, por parecerme que comía el pan de mi sudor y trabajo, y que la ociosidad, raíz y madre de todos los vicios, no tenía que ver conmigo, a causa que si los días holgaba, las noches no dormía, dándonos asaltos a menudo y tocándonos a arma los lobos; y, apenas me habían dicho los pastores «¡al lobo, Barcino!»,
El que los pastores achaquen a las alimañas la pérdida de los mejores ejemplares es práctica que ha llegado hasta nuestros días. Cuenta mi madre que tenían un pastor al que siempre le faltaba alguna oveja, y cuando mi abuelo se la reclamaba pidiéndole que le enseñara los despojos, el pastor se defendía: «Se la ha comido todita el abanto, tio Patricio, ha sido el abanto». Con razón hace decir Cervantes a Cipión que «no hay mayor, ni más sotil ladrón, que el doméstico», que sin duda tiene también carácter proverbial.

Pero quedémonos con nuestro refrán pues Cervantes le dará aún otra vuelta cuando le hace razonar a Berganza de este modo: 
Es, pues, el caso, que como me estaba todo el día ocioso y la ociosidad sea madre de los pensamientos, di en repasar por la memoria algunos latines que me quedaron en ella de muchos que oí cuando fui con mis amos al estudio, con que, a mi parecer, me hallé algo más mejorado de entendimiento, y determiné, como si hablar supiera, aprovecharme dellos en las ocasiones que se me ofreciesen; pero en manera diferente de la que se suelen aprovechar algunos ignorantes.
La ociosidad es la madre de los pensamientos, la de vueltas que daremos a las cosas cuando no tenemos cosa importante que nos ocupe la mente. El perro Berganza emplea ese tiempo ocioso nada menos que en repasar latines. ¡Ver para creer!

Del dicho al hecho hay gran trecho

Berganza se confiesa en cierto momento pecador, no ha sido fiel a sus amos permitiendo que la sirvienta negra le alimentase a escondidas para acallarle la boca e sus encuentros amorosos: Dádivas quebrantan peñas y cierran la boca de los perros más cumplidores, y si es preciso para justificar las malas acciones se echa mano de los latines aprendidos:
BERGANZA.- Una cosa es alabar la disciplina y otra el darse con ella, y, en efeto, del dicho al hecho hay gran trecho. Muérdase el diablo, que yo no quiero morderme ni hacer finezas detrás de una estera, donde de nadie soy visto que pueda alabar mi honrosa determinación. ¡Mucho pueden las dádivas, Cipión!
CIPIÓN.- Mucho. No te diviertas, pasa adelante. 
BERGANZA.- Acuérdome que cuando estudiaba oí decir al precetor un refrán latino, que ellos llaman adagio, que decía: Habet bovem in lingua. 
Algunas confidencias atrás tanto Cipión como Berganza han criticado a los que sueltan latines sin estar muy duchos en esa lengua. Ahora Berganza echa mano de adagios latines porque «viene de molde». 

Ya hemos visto cómo Cervantes echa mano de este recurso de las citas latinas en otras ocasiones. Con elegancia, dentro del mismo texto, proporciona la traducción: 
Este latín viene aquí de molde; que has de saber que los atenienses usaban, entre otras, de una moneda sellada con la figura de un buey, y cuando algún juez dejaba de decir o hacer lo que era razón y justicia, por estar cohechado, decían: «Este tiene el buey en la lengua». 
¿Cuántos bueyes no habrán pasado hoy día a la bocas de los corruptos?

Háceme la barba y hacerte he el copete

Una mano lava la otra. Es bueno ayudarse para conseguir un bien común, aunque en ocasiones esta unión sea para cosas deshonestas. No debe presumirse, sin embargo, que todos vayan a actuar así, dice Cipión: 

Sí, que decir mal de uno no es decirlo de todos; sí, que muchos y muy muchos escribanos hay buenos, fieles y legales, y amigos de hacer placer sin daño de tercero; sí, que no todos entretienen los pleitos, ni avisan a las partes, ni todos llevan más de sus derechos, ni todos van buscando e inquiriendo las vidas ajenas para ponerlas en tela de juicio, ni todos se aúnan con el juez para «háceme la barba y hacerte he el copete», ni todos los alguaciles se conciertan con los vagamundos y fulleros, ni tienen todos las amigas de tu amo para sus embustes. 
Al igual que los vistos hasta ahora, el refrán era popular y la tradición se remontaba hasta la Antigüedad. Cervantes lo cita al pie de la letra. El copete era un adorno del cabello sobre la frente, que podía ser natural o postizo, según dicen los diccionarios de la época. La mano de algún compañero sería sin duda muy provechosa para el tocado, y las referencias a hacerse la barba y el copete entre las gentes de justicia frecuentes.

Aunque hoy haya desaparecido del habla cotidiana, podríamos decir que tuvo vida finales del siglo XIX. Pérez Galdós, que en tanto le vemos coincidir con Cervantes, lo utiliza en la segunda serie de los Episodios Nacionales, en un pasaje que gira en torno a la figura de Mariana Pineda dentro de Los apostólicos y cuyo significado se aleja del sentido original: 
—¿Se sabe algo de esa joven?...
—Ya pasó a mejor, o peor vida, que eso Dios lo sabrá —repuso Carnicero volviendo hacia Jenara su cara plana que iluminada de soslayo parecía una luna en cuarto menguante.
—¡Ha muerto! —exclamó la dama con aflicción grande.
—Ya le han dado su merecido. Conozco que es algo atroz, pero no están los tiempos para blanduras. Hazme la barba y hacerte he el copete.
—Yo pregunto por la pupila de nuestro amigo Cordero.
—Yo me refiero a esa joven que han a ahorcado en Granada. ¿Cómo la llamaban, Tablillas? 
—Mariana Pineda.

Quien necio es en su villa, necio es en Castilla

Los viajes hacen a los hombres discretos, ya lo hemos visto en El licenciado Vidriera. Berganza también parece haber encontrado la oportunidad de viajar, de hacerse soldado:
... el que más afición me mostró fue el atambor, y así, determiné de acomodarme con él, si él quisiese, y seguir aquella jornada, aunque me llevase a Italia o a Flandes; porque me parece a mí, y aun a ti te debe parecer lo mismo, que, puesto que dice el refrán «quien necio es en su villa, necio es en Castilla», el andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos.
Otra vez un refrán citado como tal y entrecomillado. ¿Era quizá poco conocido? No encuentro realizaciones anteriores de él en los repertorios ni lo cita Correas. Es muy probable que estemos ante una incorporación cervantina que solo muy tardíamente ha pasado a los repertorios. 


Hay quien se quiebra dos ojos porque su enemigo se quiebre uno

Además de los dos protagonistas, los perros Cipión y Berganza, otros personajes aparecen en el relato haciendo uso de los refranes.

La vieja bruja que se lleva a Berganza a su cubículo tomándolo por humano convertido en bestia, nos regala otro refrán presentado como tal: 

Aquí pudieras también preguntarme qué gusto o provecho saca el demonio de hacernos matar las criaturas tiernas, pues sabe que, estando bautizadas, como inocentes y sin pecado, se van al cielo, y él recibe pena particular con cada alma cristiana que se le escapa; a lo que no te sabré responder otra cosa sino lo que dice el refrán: ‘que tal hay que se quiebra dos ojos porque su enemigo se quiebre uno’. 
Era bien conocido el refrán Tanto quiere el diablo a su hijo que le quiebra el ojo, en contra de los padres consentidores que pueden llegar a perjudicar al propio hijo con sus acciones.  También era muy común la expresión Quebrar el ojo al diablo, con dos significados según el Diccionario de Autoridades: La primera 'excusar alguna acción de disturbio o disensión u ofensa a Dios, que es lo que el diablo desea' y también 'hacer algo que muchas veces se ha pretendido y pocas se ha logrado'. 

Como vemos, una vez más, Cervantes se ha trabajado la frase, la ha incrementado considerablemente. El moderno refrán Daría yo un ojo, porque a mi enemigo sacasen otro, va en esa línea. Cervantes exagera las circunstancias para resaltar la maldad del diablo en los aquelarres. 


Los duelos con pan son buenos

También lo dice la bruja, que lo enlaza además con otros refranes, uno de los cuales ya lo hemos visto en esta novelita: 
Ven, hijo, y verásme untar, que todos los duelos con pan son buenos, el buen día, meterle en casa, pues mientras se ríe no se llora; quiero decir que, aunque los gustos que nos da el demonio son aparentes y falsos, todavía nos parecen gustos, y el deleite mucho mayor es imaginado que gozado, aunque en los verdaderos gustos debe de ser al contrario.
Aquí tenemos otro personaje que enlaza refranes, algo bastante habitual en los personajes cervantinos.

Los duelos con pan son buenos o menos o se sienten menos, que de estas tres maneras recoge Correas el refrán, añadiendo además lo que hoy llamaríamos un antiproverbio:
Por donaire mudan la letra diciendo: Los güevos con pan son buenos.

Más da el duro que el desnudo

Va terminando Berganza de contar sus andanzas y nosotros nuestro repaso a los refranes de que se ha servido Cervantes: 
Encaminóse a la ciudad, y yo le seguí con determinación de tenerle por amo si él quisiese, imaginando que de las sobras de su castillo se podía mantener mi real; porque no hay mayor ni mejor bolsa que la de la caridad, cuyas liberales manos jamás están pobres; y así, no estoy bien con aquel refrán que dice: «Más da el duro que el desnudo», como si el duro y avaro diese algo, como lo da el liberal desnudo, que, en efeto, da el buen deseo cuando más no tiene. como a mí estaba más el sentillo que el remediallo, acordé de no verlo; y así, me acogí a sagrado, como hacen aquellos que dejan los vicios cuando no pueden ejercitallos, aunque más vale tarde que nunca.
Más da el duro que el desnudo, toda una tradición detrás: Santillana, el Lazarillo, Horozco... Cervantes por boca de Berganza se atreve a ponerlo en solfa Los que verdaderamente dan son los generosos, los que ejercitan la caridad verdadera. 

Las últimas palabras de Berganza nos recuerdan otro refrán recogido por Correas que dice: El lobo, harto de carne, métese fraile. Así es, cansado de tanto traqueteo Berganza busca la tranquilidad de un hospital, un trabajo sencillo, sin grandes complicaciones y la complicidad de un amigo, Cipión, que hasta entonces no había tenido.

Más vale tarde que nunca.

Colaboración para el club de lectura La Acequia dirigido por el profesor Ojeda