lunes, 23 de marzo de 2015

Número 68. Del mastín, el más ruin

Algunos refranes, como el que nos ocupa, son difíciles de documentar por las vías tradicionales. No aparecen en las recopilaciones, no hablan de ellos los libros, no los citan los columnistas; sin embargo, sí se conocen en su mundillo, donde gozan de una cierta popularidad y pasan de boca en boca. 

Hoy nos acercamos al mundo de los mastines de la mano de sus criadores, principalmente de las montañas de León, de donde por vía indirecta nos llegó este, a través de M. Barbero, dueña de un mastín:
Del mastín el más ruin.  
Del mastín, el cachorro más ruin. 
En un foro de Internet dedicado a los mastines, encontramos algunas citas y referencias, aunque no siempre estos comentarios sean proclives a creer a pies juntillas el refrán. Dice uno de estos criadores que lo califica de dicho pastoril:
Los mastines no es que me guste cruzarlos es que es necesario, pero intentaré hacerlo con otros ganaderos que tienen buenos mastines, como los míos o mejores.
Dice el dicho pastoril, jajajaja,

el mejor mastín

el cachorro más ruin.

Yo lo que pienso es que no tiene que ver, cuando nacen, que sea más grande o más pequeño, al final cuando se desarrolla, cada uno saca los genes que lleva dentro y alguno que era el más pequeñín al final se ha hecho el mejor.
No debe de extrañarnos que este criador, que utiliza el nombre de Rober y goza de un cierto prestigio en el foro, emplee  como antefirma unos versos del romance de La loba parda, dada la buena fama de la que gozan los mastines como defensores de los rebaños:
en pie mis siete cachorros
y mi perra trujillana

y el perrillo de los hierrosa correr la loba parda........
Mastines que luchan contra lobos en las montañas de León, mastines que son capaces de vencer a los lobos más avezados según dice el romance y el refrán recogido por el maestro Correas:
A carne de lobo, diente de perro, mastín o sabueso.
Sin embargo, no todos los criadores se dejan llevar por esta supuesta tradición a la hora de escoger los mastines:
Eso de que el cachorro más pequeño luego es el más grande huele a leyenda urbana. Una cosa es que un cachorro salga pequeñajo, que suele ocurrir, y luego se haga igual que el resto de hermanos de camada, pero te aseguro que el más grande la camada, será el más grande de adulto.


Rodríguez Marín (1930: 79) recoge una variante curiosa: 
Del mastín, el guarín, de la oveja, la hembreja
Guarín, según el DRAE, es el 'último lechón nacido de una lechigada', normalmente el más pequeño y el que menos come, pero el recopilador nos aclara, por si nos quedaran dudas, que guarín equivale a 'chiquitín' y que el refrán dice que de estos animales, mejor los más pequeños.

El mastín es respetado por doquier, y así un refrán tradicional vasco (Aizquibel et alii, 1836: 644) toma como ejemplo su posible matanza a manos desaprensivas para desaconsejar al hombre pisar semejantes tierras:
Porque muchas veces las gentes vienen a padecer prisiones,  y otros trabajos, grandes dispendios de hazienda sin culpa , por solo hallarse a despartir algun alboroto o ruido, o por otras ocasiones y peligros que sin buscarlos les sobrevienen acasso,  dizen: 

Hora il daguien, mendian giçona idoro ez didila, :  

En la montaña donde mataren al mastín, no se halle el hombre
El conocido refrán De tal palo, tal astilla, tiene también su versión en el mundo de los mastines: 
Mastín el padre, mastina la madre, malo será que los hijos no ladren (Solís Miranda, 2001: 61)
De la corpulencia y prestancia de los mastines, sean chicos o grandes, nadie duda y dice otro refrán, recogido por Regino Etxabe (2012: 167), ya con un sentido no tan literal: 
El gozque al mastín ladrarefrán que se mofa del débil que se enfrenta escandalosamente e infructuosamente al fuerte.
Gozque es un perro pequeño que ladra mucho. 

El galgo es sin duda el perro más refranero, ya que mes tras mes se observa su comportamiento y se sigue su ciclo vital, pero si hay un perro capaz de compararse con él, ese es, precisamente, el mastín: 
 En el mes de mayo, el mastín es galgo (Hernán Núñez, 2001: 97),
que Gonzalo Correas (2001: 314) interpreta de la siguiente manera: 
Porque con la quesería engorda y está corredor. Y lo contrario puede ser, porque sale del invierno flaco, hecho galgo. Mejor lectura es: «En el mes de mayo, el mastín es galgo», porque engorda y para decir que uno está gordo y corpulento decimos: «Está hecho un mastín», y por el flaco «está hecho un galgo».
Sin embargo, este refrán parece tener una primera parte, de la que se hace eco Rodríguez Marín (1896: 87) en Los refranes del almanaque, con bastante predicamento entre los cazadores: 
En abril, el galgo es mastín; y en mayo, el mastín es galgo 
en el que la clave no la dan los perros, sino las liebres, que permanecen agazapadas tras las palabras, ya que según dicen, en ese mes las liebres están ligeras y corren mucho, de tal forma que no hay galgo que las alcance, mientras que en mayo, ya han comido, están gordas y pesadas, por lo que cualquier mastín, de por sí lento, es capaz de alcanzarlas.

Otro refrán tienen aún más los cazadores que termina por poner a cada uno en su sitio, con aparente clara ventaja para el mastín: 
Más corre un galgo que un mastín, pero al cabo del año más corre un mastín que un galgo,  
refiriéndose a la velocidad del primero pero a la resistencia del segundo. 

Los guionistas de Isabel, la exitosa serie de televisión sobre Isabel la Católica, no se resistieron a incluir este refrán en la trama: 
—¿Y qué os decía vuestra madre?—Más corre un galgo que un mastín, pero si el camino es largo, corre más el mastín que el galgo—La melancolía pudo con ella—. Lo aprendió de mi padre, el rey Juan... 
Chacón la miró, ahora serio.  
—Pues tened esa frase bien presente (Ramón Olivares: Todos conocen a la reina, ninguno a Isabel, 2012). 

Bibliografía

  • Aizquibel, José de, MoguelJuan Antonio, Garibay y Zamalloa, Esteban de (1836): Memorial hostórico español: colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia. Memorias de Garibay. Refranes vascongados. Real Academia de la Historia. Volumen 7 (Google eBook).
  • Correas, Gonzalo (1627 = 2001): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, ed. Louis Combet, revisada por R. Jammes y M. Mir, Madrid: Castalia. Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 19.
  • Etxabe Díaz, Regino (2012): Diccionario comentado de refranes. Madrid: Ediciones de la Torre. 
  • Núñez, Hernán (1555 = 2001): Refranes y proverbios en romance. Edición crítica de Louis Combet, Julia Sevilla, Germán Conde y Josep Guia. Madrid: Guillermo Blázquez, Editor; 2 vols.
  • Rodríguez Marín, Francisco (1896): Los refranes del almanaque. Imprenta de Francisco. P. Díaz. 
  • — (1930): 12.600 refranes más: no contenidos en la colección del maestro Gonzalo Correas ni en «Más de 21.000 refranes castellanos». Ed. Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. 
  • Solís, José Antonio (2001): El libro de todos los refranes. La Coruña. El Arca de Papel Editories. 

miércoles, 4 de marzo de 2015

Número 67. Entre visillos: A las diez en casa estés

—¿A qué hora vas a venir? —pregunta el padre.
—A menos cuarto —contesta la joven dispuesta a salir.
—Bueno, pero ni un minuto más tarde —bromea el padre condescendiente. 
Una conversación de este tipo podría ser normal hace algunos, pocos, años, pero hace más años, las conversaciones eran bien diferentes entre padres e hijas: Había que estar en casa a las diez, y si podía ser un poco antes. Lo mismo que tía Concha les pide a las hermanas Julia y Mercedes cuando a las ocho de la noche se disponen a arreglarse para ir al casino.

En realidad, el refrán original recomienda A las diez en la cama estés —y en algunas versiones se añade—: mejor antes que después, higiénica recomendación de aquellos tiempos en que la luz artificial de candiles y velones apenas servía para iluminar la escasa vida doméstica después de la puesta de sol. Había que irse a la cama pronto para poderse levantar también pronto y así aprovechar las horas de luz.

Sin embargo, las chicas de mi generación, como las de la propia Martín Gaite, sabíamos bien «ellos nos quieren en casa antes de que den las diez», como bien cantaba Serrat.




Poco importaba de dónde vinieras, ni lo que hubieras hecho en el camino. Poco importaba que te hubieras frotado, apenas un minuto antes, el maquillaje a manotazos en el espejo del ascensor, poco importaba si a las diez entrabas por la puerta, mejor un minuto antes que un minuto después.

A las diez en casa estés, y si se puede a las nueve.

Natalia y sus hermanas se pasan las vida pendientes del reloj, lo tienen tan asimilado que Natalia no encuentra mejor excusa cuando sorprendentemente el profesor de alemán la invita a tomar un café para seguir charlando sobre su futuro: 
— No le apetece venir a tomarse un café conmigo?
—No  —le dije—, muchas gracias. Es tarde.
  Inmediatamente Natalia se da cuenta de lo absurdo de la excusa: «Que era tarde, eso le dije, qué idiota soy», porque todavía hay sol y aunque el crepúsculo ya se anuncia «es la hora más alegre y de mejor luz». Natalia contempla la calle, y se contempla a sí misma en la penumbra del portal, casi con ojos de fotógrafo, tratando de objetivar las consecuencias de una educación absurda que lleva a prontos más absurdos aún. 

Poco importa a qué hora se salga de casa, a las diez hay que estar de vuelta y más de un sitio tan peligroso como el casino donde han empezado a ir las casadas y «hasta algunas chicas se quedan a cenar allí con sus novios». «A las diez en punto estamos aquí». «Antes un poco antes».
Cierre con reloj de pared

Antes, antes, antes. Aunque sean lugares peligrosos hay que ceder, porque a ver si no, dónde van a encontrar las niñas ese novio tan esperado. Tan esperado y tan deseado, aunque en la búsqueda caigan de Herodes en Pilatos, de la sartén en las brasas.  

Gertru se dejar querer por su futura suegra, Lydia, muy católica, adinerada, de pelo rojo, casada joven pero a la que le gusta cuidar el cuerpo y el espíritu a golpe de talonario, madre de hijo único al que que está dispuesta a perdonarle todos los pecados. Gertru tiene una hermana mayor, casada pese a la oposición familiar, madre de un hijo y a la espera de otro... Josefina, la hermana de Gertru, tiene ojeras, pero va a la pedida y ejerce de hermana de la novia. Gertru está entusiasmada con los regalos, Natalia se echa a llorar desconsolada.
Si lloras porque has perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas, 
había leído Teo, el hermano de Elvira, en un libro sobre la resignación que su hermana tenía encima de la mesilla.