lunes, 1 de mayo de 2017

Número 156. Brillante: Exterior

La poesía va directamente a las fibras, y cuando tiene que subir al cerebro para hablar sobre ella, la tarea se hace cuesta arriba.

Tras haberme enfrentado a Brillante, y leerlo de un tirón, como suelo, dejo a un lado la percepción global y vuelvo al principio para proceder a su lectura más pausada. 


paisaje nocturno: claro entre nubes, sombras de árboles y farola

El autor, Luis Ángel Lobato, presume que su poemario no va a ser de fácil lectura, así que da algunas claves para que sus lectores no nos vayamos demasiado por las ramas. 

Hay dos partes bien diferenciadas, al menos en la composición del libro, la EXTERIOR y la INTERIOR.

De la EXTERIOR dice que «se percibe una historia de amor», aunque por algún lado percibamos los lectores también el desamor. Dice que de alguna forma se basa en los pintores fotorrealistas norteamericanos, de los que en mi ignorancia no tenía ni idea, aunque googleando algo me suene, y que con su amada recorre de noche las calles reflexionando sobre el «hecho social, y acaso político, que supone vivir en una gran ciudad»

Tras los homenajes a escritores reconocidos, Borges y T. S. Eliot, con sendas citas, nos adentramos en ese mundo nocturno lleno de sombras, aunque según dice el autor, también con algunos brillos. 
Lámparas que cruzan
un puente
pero abajo ya no resiste
aquel río.
Resalto esta frase del primer poema, porque es a la que encuentro más sentido, y sigo, adentrándome entre sentencias que pondrían en más de un aprieto a examinandos de sintaxis: poesía surrealista, hecha a brochazos, en uniones casi imposibles de sustantivos y adjetivos, oxímoros, como ese luz oscura, y seguimos avanzando a través del noctámbulo que «analiza la temperatura del color», porque los colores están bien presentes en esta poesía que va pintando la noche.

Si hubiera que elegir un color nos quedaríamos con el azul, probablemente oscuro: 
las azules cuerdas
aquel hilo azul que rompiste
esto no es azul
no es azul
Y estas cuerdas e hilo azules me llevan al Corpes XXI a preguntarme con qué palabras se mezcla realmente el azul, y al devolverme el ingenio la respuesta, una palabra rara por estas tierras me recuerda que hoy celebramos el Primero de Mayo, se trata de overol.


Balcón en un pueblo en el que hay colgados de la cuerda una serie de monos de trabajo azules.

Algunos monos de trabajo pueden adivinarse tras esas fábricas que se alimentan, «sus rincones adosados al temor» o esas «gentes que transportaron y cosieron atardeceres fluviales», al filo de las «tres y media de extrema madrugada», pero es solo un espejismo, un vago brillo de vida. 

Vagamos por una ciudad abandonada.

Comentario para el club de lectura La Acequia.

5 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Como no tengo todavìa Brillante, no puedo opinar. Nos anuncias oscuridad. Confìo en encontrar belleza. Brava Carmen.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Es un libro de apariencia difícil, surrealista e intenso, en efecto. Por eso mismo hay que dejarse arrastrar por la intución de las palabras. Los colores, como bien has hecho.

Paco Cuesta dijo...

Gracias Carmen, los retos -este lo parece- requieren de herramientas como la que ofreces.

Ele Bergón dijo...

Muy bueno Carmen, me gusta, creo que a mi buen entender, le has ido cogido lo esencial de la poesía de Lobato. Es como dice Pedro, dejarse llevar por las palabras que nos llevan a las imágenes para llegar a esa fibra del sentimiento.

Besos

Ele Bergón dijo...

"le has ido cogiendo"