miércoles, 14 de septiembre de 2016

Número 131. Cartas marruecas (II). La política

Homenaje a Quevedo en las Cortes


Iba a comentar el poco espacio que las mujeres —sí, la mitad de la humanidad también en el siglo XVIII— ocupaban en estas cartas, aunque no estén del todo ausentes, pero buscando materia con qué ilustrar he dado —como Sancho y don Quijote dieron con el bulto de la iglesia— con un capítulo donde se habla de políticos, y tal como está el solar patrio, no me he podido resistir, y ahí va, enterito el capítulo tal como lo escribió Cadalso en el siglo XVIII:
Arreglado a la definición de la voz política y su derivado político, según la entiende mi amigo Nuño, veo un número de hombres que desean merecer este nombre. Son tales, que con el mismo tono dicen la verdad y la mentira; no dan sentido alguno a las palabras Dios, padre, madre, hijo, hermano, amigo, verdad, obligación, deber, justicia; y otras muchas que miramos con tanto respeto y pronunciamos con tanto cuidado los que no nos tenemos por dignos de aspirar a tan alto timbre con tan elevados competidores. Mudan de rostro mil veces más a menudo que de vestido. Tienen provisión hecha de cumplidos, de enhorabuenas y de pésame. Poseen gran caudal de voces equívocas; saben mil frases de mucho boato y ningún sentido. Han adquirido a costa de inmenso trabajo cantidades innumerables de ceños, sonrisas, carcajadas, lágrimas, sollozos, suspiros y (para que se vea lo que puede el entendimiento humano) hasta desmayos y accidentes. Viven sus almas en unos cuerpos flexibles y manejables que tienen varias docenas de posturas para hablar, escuchar, admirar, despreciar, aprobar y reprobar, extendiéndose esta profunda ciencia teórico-práctica desde la acción más importante hasta el gesto más frívolo. Son, en fin, veletas que siempre señalan el viento que hace, relojes que notan la hora del sol, piedras que manifiestan la ley del metal y una especie de índice general del gran libro de las cortes. ¿Pues cómo estos hombres no hacen fortuna? Porque gastan su vida en ejercicios inútiles y vagos ensayos de su ciencia. ¿De dónde viene que no sacan el fruto de su trabajo? Les falta, dice Nuño, una cosa. ¿Cuál es la cosa que les falta?, pregunto yo. ¡Friolera!, dice Nuño: no les falta más que entendimiento.
Sin lugar a dudas hoy a la mayoría lo que les falta es vergüenza, y mienten una y otra vez para salvar sus traseros.  

Hatajo de estómagos agradecidos, sentados cómodamente en sus poltronas, sin importarles lo más mínimo que fuera haga frío, que se siga echando a la gente a la calle con lo puesto, que se cierren consultorios, que se vayan los médicos... A ellos ¿qué más les da? Su única preocupación es coger buen puesto en la lista de las próximas elecciones, para no tener que mendigar ellos mismos una puerta giratoria, o un puestecillo técnico en cualquier banco, mundial o local. 

Comentario de para el club de lectura La Acequia.

3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Ni "vergüenza torera". Nos piden que no generalicemos, pero qué difícil se hace con la que está cayendo...
Veo que Cadalso te trae al presente...
Besos.

Abejita de la Vega dijo...

Se meten en su confortable cápsula y ya no salen de allí. No vuelven a ser personas normales. Siguen la ley de embudo,lo ancho para ellos y lo estrecho para los demás. Desde los tiempos de Cadalso.
Me gusta ese león con quevedos, homenaje a Quevedo. Para qué están los leones, cantaba mi abuela, en la puerta del Congreso, si para robar a España están los varones dentro.

Un placer leerte. Un abrazo Carmen.

Abejita de la Vega dijo...

Noooo dichoso corrector. No son varones sino ladrones los que están dentro.
Dije desde Cadalso y, en realidad, es desde que existen los políticos. Besos Carmen.